HOY ES JUEVES SANTO

MIRADAS DE UN ESCOLTA
Existen tantas maneras de participar en la Semana Santa de León como formas de entenderla: desde la fe, desde la tradición familiar, desde una mera costumbre, o una mezcla de todas ellas.
Estas maneras de sentir la Semana Santa, a veces como un papón más, anónimo bajo un capillo y empezando como cualquiera, o bien siendo de los que por tradición familiar le hicieron hermano de una cofradía (o de tres) nada más nacer, o siendo, además, de los que por mero convencimiento ha añadido experiencias a esa Semana tan intensa.
Yo soy uno de esos que siente esta Semana como la principal del año, esa Semana de la que desde la lejanía laboral de León sufro con cuadrar las fechas, con programar vacaciones y vuelos, y de los que sufro, como muchos, por saber si este año será el año que no pueda ir….
Y cómo no, en esta situación tan especial y esperemos que transitoria, sufro por no poder estar en León en estas fechas haciendo lo que debo hacer, que es sufrir debajo de mi paso o de cualquiera de las formas en las que se puede participar en la Semana Santa de nuestra querida ciudad.
Pues bien, una de esas maneras de participar llegó a mi vida casi sin saber cómo, llegó el momento en que dar una vuelta de tuerca a ese compromiso, y es el aunar mi profesión como servidor público al sentimiento paponil del que hago gala y que todos conocen. Y digo muy bien sin saberlo, pues es tradición que, en la academia, cuando estas comenzando a preparar lo que va a ser una profesión de lo más ilusionante, siempre te prestas como no puede ser de otra manera a colaborar en todo lo que te proponen, así es que tuve el honor en aquel momento, hace unos 16 años ya, de colaborar como escolta.
Es difícil explicar cómo se vive desde esta perspectiva; es difícil, porque entremezclar tu profesión y tu devoción es una doble responsabilidad, es como dar una vuelta de tuerca a una semana que ya es bastante agitada para los que venimos de fuera, pero también resulta un tremendo honor representar a tu corporación en las procesiones de tu ciudad.
Por aquellas fechas cumplí por el que entonces era mi deber, haciendo lo que se me pedía, lo que la tradición marcaba, y además pudiendo compartir esa escolta con uno de mis grandes amigos y hermano de cofradía que pujaba en el paso al que yo escoltaba; fue un tremendo honor dar esos primeros pasos a su lado, y es un estreno al que nadie se puede escapar que resulta tremendamente emocionante y en el que los nervios afloran de manera especial, pero a pesar de la inexperiencia te aporta a tu vida más de lo que tu has aportado a la procesión en sí.
Más allá de aquel momento, tengo que ser sincero en que nunca me planteé volver a hacer de escolta, si bien siempre dije que lo haría si era capaz de volver a León a trabajar, ese era un sueño que bien valdría la promesa de procesionar en mi ciudad de nuevo de uniforme, como escolta, y siempre respetando mi compromiso bajo el capillo.
Pues bien, la vida a veces no siempre te lleva por donde tienes pensado, y ya pasados los años y como papón de acera, empiezas a encontrarte por muchos motivos con una cofradía hermana, valoras su sufrimiento y cómo durante generaciones les ha costado encontrar su sitio en la Semana Santa de León, empatizas con su pasión y a eso se suman dos pequeñas paponas que dan sus primeros pasos acompañando a la Virgen, lo que hace si cabe más cercana la cofradía.
Cuando estas cosas pasan, poco más tienes que hacer: entender que tu sitio ahora está ahí, que si es posible te gustaría estar al lado de la Virgen, acompañar en su caminar a las hermanas de María como escolta, que sería un tremendo honor cumplir con ellas, a pesar que el cansancio de la semana ya por el Jueves comienza a hacer mella y que el Viernes sabes que va a ser duro como acostumbra.
Sé por experiencia que cuando comienzas a tener este tipo de ideas y de sentimientos en lo que nuestra Semana Santa respecta, no puedes por menos que asumirlo y tratar de hacer lo que corresponde, así que no sin dificultad —pues la tarea de escolta, aunque no lo parezca, es una labor demandada— y tras cumplir con las preceptivas autorizaciones de mis superiores, consigo un hueco, además, en el paso donde mis queridas hermanas y amigas cumplen con su compromiso anual.
En mi trabajo somos conscientes de que nuestra labor influye en la vida de los demás, pues te llaman o solicitan tu auxilio en momentos difíciles, pero lo que los demás no saben es que esos momentos también te enriquecen a ti; por momentos y según el caso, te alegras o te infunde un gran dolor. En este caso, el sentimiento que tuve al ponerme el uniforme fue el de un tremendo honor, el honor de poder contribuir a una procesión tan grande, con tanto trasfondo, con tanto sentimiento y a la que tengo mucho cariño, además siendo la imagen de mi Institución.
Tras cuidar con cada uno de los detalles de la uniformidad ya pesan los nervios del momento, te acercas a la salida y ya desde los primeros pasos dentro del patio, las hermanas te tratan como uno más, te agradecen que las acompañes, cuando piensas que en realidad eres tú el afortunado, tu familia en el paso, tus amigas a las que has conocido de hace años por esta bendita pasión…. Resulta paradójico lo diferente que es el anonimato del capillo, y, por así decirlo, lo habitual de la sensación y la gran diferencia de ese momento comparado con la experiencia que te devuelve el participar como escolta.
El sufrimiento es compartido cuando el cielo se cubre, y la consternación por no salir debido a las nubes y a los pronósticos de lluvia los haces tuyos, no solo por entender ese duro momento desde la perspectiva de las hermanas, sino por la ilusión que te genera ese momento.
Es duro pensar que hace ya tres años de aquel momento y del compromiso de todos los escoltas que allí estábamos de volvernos a ver el año que viene en el mismo lugar, es duro pensar que este año tampoco podrá ser, pero llegará el día que cumplamos con ese deber, con esa escolta que espero se pueda alargar en el tiempo, pues si la Virgen quiere ahí estaré cumpliendo con Ella y conmigo.
A todas las Hermanas de María del Dulce Nombre, mi más sincera admiración y cariño.
ADP
Papón y escolta
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