Las historias de Pitufín

Presentación de Pitufín

En 2003 hice el mayor descubrimiento de mi vida. Descubrí que no hay nada parecido a tener un hijo. Verle nacer, ver la vida abrirse paso cada día de una forma tiernay sin dramatismos. No hay nada parecido a sus reacciones ante el mundo, sus sentimientos totalmente intuitivos hacia los demás. No existe nada parecido al amor de un niño. No se han creado palabras para describirlo y yo renuncio a hacerlo. 

Me resultaba un misterio cómo vería nuestro mundo desde su cunita donde no había nada escrito previamente, cómo entendería las cosas que iba descubriendo y que le íbamos mostrando los adultos. Llevamos a nuestros hijos amuchos lugares, les vamos mostrando el mundo y ellos nos acompañan con los ojos muy abiertos, mientras con una mano sujetan su juguete favorito y con la otra la mano de su padre.

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Como muchos padres, he llevado al pequeño Pitufín a muchas de las cosas que para mí son importantes. Entre ellas las procesiones. Desde muy pequeño. Así que descubrió otro mundo extraño, lleno de acontecimientos, de colores y sonidos, todo un complejo mundo que en realidad es muy sencillo visto desde la sillita de un niño, desnudo de complicaciones inútiles. El mundo de los papones sin ideas preconcebidas, de quien va a los lugares solo dispuesto a divertirse, jugar y pasarlo bien. No hay ninguna otra premisa.

Así empecé a pensar cómo vería nuestras cosas un niño tan pequeño. Cuando empezó hablar ya me daba más pistas de su mundo y sus pensamientos nunca hanterminado de sorprenderme con su lógica absoluta y limpia de convencionalismos.

Y de ahí, pasé a escribirlo dentro de un grupo de correo, una especie de foro, en el que compartíamos nuestra afición paponil, nuestras alegrías y alguna que otra tristeza. Así empezó, como un juego, que es la única forma de entender el mundo.

Cuando los niños crecen todos nos empeñamos en destruir su estado infantil. En que maduren, crezcan, se hagan responsables, estudien, sean personas de provecho…., muchas cosas y ninguna está en su condición original. Yo pienso es provocado por envida mezquina de los adultos, por haber perdido una infancia que nunca volverá. Una envidia que se muestra vengativa y que en nuestros días pretende empezar ese borrado en edades cada vez más tempranas.

Quizá por ese motivo, un buen día Pitufín dejó de escribir sus crónicas, de mirar como un recién llegado o de percibir el mundo como un sitio nuevo. Él sigue jugando, rompiendo juguetes, arrastrándose por el suelo y ensuciándose. Quizá por poco tiempo. Aun así, la infancia es fuerte y se resiste a ser borrada a causa de los complejos de los adultos.

Él no conoce de la existencia de estas crónicas. Cuando sea mayor y se lamente de la forma en que le han robado su infancia, en ese momento en que le invada esepensamiento desasosegante. Ese será el día en que se lo mostraré. No antes.

En realidad toda nuestra vida no es más que un juego. Solo que al crecer ya no podemos inventar nuestros propios juegos. Alguien lo ha hecho por nosotros, nos han dado las reglas hechas y el tema al que debemos jugar. Nos hacemos mayores y jugamos a ser adultos, tener horarios, agendas, tener un trabajo, acumular cosas, dinero. Otros juegan a ser famosos, a ser importantes, poderosos. Cada uno busca su juego, con el que juega toda su vida, sin saber que no es más que eso.

Solo al final de la vida uno descubre que todo ha sido una broma, un juego, un pasatiempo. Que daba igual si los muñecos se comían o no la papilla o si ganabas o no en el parchís. Los niños así lo entienden y a los diez minutos olvidan a qué han estado jugando. Los mayores, en cambio, no somos capaces, nos obsesiona y abruma poder jugar bien y con éxito en el juego de los adultos. Los niños, en cambio, saben que no es necesario preocuparse tanto por un juego

Al final de la vida, todas las cosas que se han acumulado de adulto no se convierten más que en juguetes viejos que estorban en los trasteros, en un incordio. Todatu fama, tu gloria, todos los personalismos se convierten en humo. Los adultos no lo sabemos pero los niños sí, ypor ello muchas veces no nos entienden. Ni entenderán jamás el motivo de las disputas que se crean por culpa de personalismos… Son mucho menos útiles que un tren de juguete.

A lo sumo repetirán o imitarán a sus mayores, sin saber el motivo, pensando que eso hacía su padre y tal vez sea lo correcto. Solo porque lo hacía su padre al que quieren como un padre.

En la recta final de nuestra vida volvemos a recordar la infancia, olvidamos lo que ocurrió ayer, pero en cambio somos capaces de recordar vívidamente un acontecimiento de la infancia. La naturaleza, que es más sabia que nosotros, en la recta final de nuestra vida se muestra misericorde y nos permite olvidar mucho de nuestro tiempo perdido estúpidamente durante años, así querecuperamos lo verdaderamente importante.

Y al morir, porque todos hemos de morir aunque lo olvidemos, nos damos cuenta de que lo que merecía la pena no eran las cosas que tanto nos han preocupado. Lo que merecía la pena era quienes tuvimos a nuestro lado tanto tiempo sin concederle demasiada importancia. Quienes sacrificaron su tiempo, que está limitado, para obtener las cosas que después nos sobran.

Emilio Campomanes.