Misericordia, ¡qué hermosa palabra para un creyente! «Inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda», según la primera acepción del diccionario de la RAE. «Fuente de alegría, serenidad y paz», en palabras del papa Francisco I, que quiso dedicarle un Año Jubilar que concluirá el próximo 20 de noviembre.
Y en los once meses transcurridos desde la apertura del Año de la Misericordia, qué poco se han acordado algunos, precisamente los que más interés debían haber tenido en hacerlo. Continuamos citando al Santo Padre, que afirma «La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación». ¡Acabáramos! Nuestras autoridades eclesiásticas siguen a pies juntillas las palabras del Vaticano y quieren que peregrinemos. Más aún, casi nos obligan a peregrinar. Como todos los leoneses que este fin de semana se han desplazado a Sevilla, por ejemplo, para contemplar el traslado y procesión de Jesús del Gran Poder y acercarse hasta la catedral, templo jubilar.
¿Cómo es posible que desde el palacio episcopal no se haya promovido un acto de características similares, teniendo como tenemos cuatro imágenes, cuatro, que procesionan cada Semana Santa y que se hallan expuestas al culto bajo la advocación de la Misericordia? ¿Cómo es posible que se obvie la verdad incuestionable de la que se habló en Palencia durante el IV Congreso de Jóvenes de Hermandades y Cofradías y que podemos comprobar año tras año, según la cual son muchos jóvenes que se acercan a la fe y a la iglesia a través de las cofradías? ¿Cómo es posible que una vez más se deje pasar una oportunidad de oro para que los habitantes del viejo Reino, jóvenes o no, sigan la tradición franciscana en la que se inspira el Santo Padre (que incluso escogió el nombre del santo de Asís para su pontificado, por algo sería) y participen en un acto público penitencial único? ¿Cómo es posible que el organismo creado «con el fin de fomentar, unificar y procurar el mayor esplendor de las procesiones de Semana Santa» tampoco haya presionado ni organizado ningún acto?
Aaaaah, no, que no es Semana Santa… Pues va a ser eso. Claro. Por eso han tenido que ser las cuatro cofradías implicadas las que al final, a toda prisa, hayan tenido que organizar los actos de culto en los distintos templos que custodian las imágenes. Actos en los que «colabora» la autoridad eclesiástica y que «promueve» el organismo del que antes hablábamos (aunque en un principio no quedaba muy clara su función y hasta parecía que organizaban ellos y todo, si es que con las prisas y las ansias… ya se sabe).
Y en ello seguimos. Meditando sobre esa hermosa palabra. Misericordia. Y deseando fervientemente que nuestras procesiones (mejores o peores, pero NUESTRAS, y en ocasiones único instrumento que logra acercar a los jóvenes a la fe), jamás lleguen a ser víctimas, por obra de quien sea, de la cuarta acepción que recoge la RAE: «Puñal con que los caballeros medievales daban el golpe de gracia al enemigo caído».