El Encuentro

Una dramatización para el Viernes Santo, presente en toda la provincia.

El concepto “paso” es equivalente a una instantánea fotográfica que corresponde a un momento concreto de la Pasión, Muerte o Resurrección de Cristo a evocar. Así lo recoge el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que incluye las dos siguientes correspondencias:

Paso – Cada uno de los sucesos más notables de la Pasión de Jesucristo.

Paso – Efigie o grupo que representa un suceso de la Pasión de Cristo, y se saca en procesión por la Semana Santa.

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Por tanto, no es difícil caer en la cuenta de que el paso se origina en la edad media por un innegable p l a nt e am i e nt o t e a t r a l d e l a iglesia, destinado a visualizar – a modo de catequesis icónica-, un momento concreto de la narración evangélica, el cual por su vehemencia, refuerza el contenido dramático de la misma y perm i t e f i j a r s u recuerdo. Pues bien, los “pasos” son los principales protagonistas de unas dramatizaciones del mismo interés evocador y teatral catequético entre las que están los llamados “Encuentros”.

Una de las primeras curiosidades con la que, en la provincia de León como en muchos puntos de España, nos encontramos es la diferente realidad tipológica que existe al respecto de los Encuentros.

Como esquema generalizado, en todas ellas este acto implica que al menos dos imágenes, procesionadas hasta ese momento por itinerarios diferentes, confluyan en un punto concreto de sus recorridos para proceder precisamente a eso, a “encontrarse”.

Allí, dentro del de sa r rollo de la co r re spondiente dramatización, se realizan ciertos movimientos, casi coreográficos en ambos “pasos”, que subrayan y permiten a los presentes visualizar lo que un orador sermonea a propósito de un momento concreto de la Pasión de Cristo a glosar, o sencillamente sirven de recordatorio evangélico del mismo a los asistentes.

Tras el acto, se pueden producir otros movimientos escénicos de los “pasos” en la calle o lugar de realización, así como del resto de intervinientes e, incluso, complementarios al principal que, en origen, siempre se efectúa entre la Virgen Madre y Cristo, su hijo. Precisamente representar un suceso de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo constituye la razón catequética que inspira la existencia de este tipo teatral de actos, con los que se trata de contar y difundir algo de tanto interés y trascendencia para el cristiano.

Entre la clase de “Encuentros” se hallan los que en su razón de ser está el ánimo de evocar el significado de la penosa ascensión al calvario para afrontar el destino escrito, recreando el encuentro en la llamada calle de la Amargura . En ellos la imagen de una Virgen se encuentra con otra que representa a su hijo Cristo, torturado y con su cruz sobre el hombro, ya sea el Viernes Santo fecha más habitual- u otro día.

Otra modalidad, no menos popular de “Encuentro”, recoge la dramatización de un momento de contexto bien distinto, el correspondiente al encuentro con su Madre del Hijo Triunfante a la muerte, tras su resurrección el Domingo de Pascua. De ella nos ocuparemos en otra ocasión.

A partir de este patrón, común a todo el territorio español, hay pueblos y ciudades donde, con el paso del tiempo, se ha completado con la presencia de “pasos” de San Juan o de La Verónica. No faltan ejemplos donde la aportación se ha convertido en paradoja, fruto de errados criterios de interpretación auspiciados por la costumbre y una infundada popularidad, aunque de abrumadora realidad numérica de público manifiesta. Estos son los casos en los que un hecho de trascendencia, interés y razón de ser estrictamente religiosa se tornan en momentos de exaltación turística y de dimensiones socioculturales de masiva participación y atractivo interés para personas ajenas a lo religioso.

En suma otra respetable e interesante opción. En la provincia de León, además de en la capital el Domingo de Ramos, durante la Procesión del “Dáinos”, y de “Los Pasos” el Viernes Santo, hallamos entre otros lugares ejemplos de representación del “Encuentro” entre la madre y el Nazareno en Astorga, La Bañeza, Cacabelos, Fontoria de Cepeda, Otero de las Dueñas, Ponferrada, Posadilla de la Vega, San Justo de la Vega, Santa María del Páramo, Valderas, Valencia de Don Juan”, Villafranca del Bierzo, Villalís de La Valduerna, donde para realizarlo se desplazan a Posada de la Valduerna o Villamañán.

En Astorga, Posadilla de la Vega, San Justo de la Vega, Fontoria de Cepeda y Ponferrada, el Encuentro se acompaña previamente de la llamada . Ésta, se produce tras avistar y saludar al Nazareno en un lugar del recorrido. En ese momento los cuatro portadores de las andas del apóstol con el “dedo en alto”, capa roja y túnica verde− de forma más o menos veloz precipitan la “carrera” para recorrer en el menor tiempo posible la distancia que le separa del lugar donde se halla aguardando la Virgen.

Ya ante ella y después de cumplimentarla con la correspondiente , la acompaña en paralelo o detrás hasta el punto donde ha de producirse el Encuentro con el Hijo, retirándose levemente en ese momento la imagen de San Juan.

Este ejercicio ha traído en ocasiones algunos contratiempos anecdóticos, pues, a veces, la fijación de las imágenes a l a s andas no siempre está a la a ltura de las circunstancias , produciéndose percances como la precipitación de la imagen a  suelo durante la carrera.

En Astorga, el acto ofrece un nuevo matiz teatral debido a la presencia añadida de La Verónica. Allí, tras el encuentro y escuchado el sermón alusivo, la procesión se reorganiza mientras en una de las calles de la Plaza Mayor la figura de la Verónica aguarda el paso del Nazareno para, al llegar a su altura, encontrarse con ella y producirse el cambio de su paño blanco por otro que incluye el , es decir, la cara de Cristo.

En Carrizo también esta imagen se suma al “encuentro” local pero sin ningún protagonismo.Aunque el ejemplo de León sea el más popular y conocido fuera de nuestras fronteras al menos desde el S. XIX, quizá en la actualidad la representación descrita, fiel reflejo de lo que se hace en Astorga, constituya en la provincia, el ejemplo más representativo y cuidado en lo que al concepto catequético de se refiere, tanto por atenerse a la tradición, como por reunir todos los elementos característicos y necesarios de la intención de difusión de momentos cruciales de la Pasión.

Un encuentro, además, de probada antigüedad, del que la propia cofradía nazarena astorgana mantiene documentación a propósito de un intento de su prohibición en 1786.

Una iniciativa habitual ante este tipo de teatrales eventos religiosos en aquellos tiempos ilustrados, ya sea emanada desde el poder civil o desde el eclesiástico.

Quedaría incompleto si no nos detuviésemos en el que tiene lugar en la capital leonesa. Durante el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, la composición de la escena en la ciudad de León, interpretando los datos que se conservan al respecto, parece implicar la presencia del Nazareno, la Virgen y San Juan, como es en la actualidad, pero bajo un planteamiento bien diferente.

En un grabado decimonónico conservado a propósito de la escena, aparecen enfrentados Jesús Nazareno y la Madre, con San Juan en paralelo a ella, distinguiéndose entre el gentío el resto de “pasos” circundando la Plaza Mayor, igual que hoy en día.

La lectura de su texto anexo pone de manifiesto las similitudes con el modelo astorgano, arriba aludido, y de otros lugares, todos consistentes en una dramatización que ilustraba la glosa del sermón sobre el y dolor de la Madre ante el hijo condenado. Para afirmar esto, nos atenemos a la lógica de la instrucción catequética, porque, de lo contrario, antaño otro modelo no hubiera contado con el permiso de la autoridad eclesiástica para un acto de este género y máxime tras el periodo ilustrado contrario a los mismos incluso desde el seno episcopal.

El grabado de la portada del periódico El Amigo, recoge la escena y se acompaña del siguiente texto:

CURIOSA PROCESIÓN- … Tienen fama universal las ceremonias religiosas de algunos pueblos de España, muy principalmente las que en Sevilla tienen lugar durante la Semana Santa. Pero se desconocen, o punto menos, muchas fiestas análogas de nuestro país; entre las que merece ser citada la originalísima procesión del Encuentro, que se celebra en León a las diez de la mañana del Viernes Santo. A esta hora salen procesionalmente los pasos que representan la Pasión y muerte de Jesús.

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Al llegar estos a la Plaza Mayor, y desde uno de los balcones de la Casa-Ayuntamiento, cubierto con un dosel, dirige la palabra al pueblo un sacerdote, animando el deseo de conmover a su auditorio, ante la contemplación de los trances tristísimos por que el Redentor hubo de pasar hasta el Calvario. Cuando el sermón se aproxima al momento culminante, el paso de Jesús con la Cruz a cuestas, que había estado esperando a la derecha del predicador, avanza hacia el de la Virgen y San Juan, que también se pone en movimiento desde el lugar opuesto en que aguardaba, y ambos vienen a encontrarse en el medio de la plaza y delante del sacerdote, a tiempo que este pone en su punto el dolor de la Madre del Salvador al encontrarse con su amado hijo en aquella carrera de amargura. El pueblo siente la emoción estética que es de presumir, el sermón acaba y la procesión regresa al templo

En relación con el actual leonés, estos datos conservados muestran como, en la versión decimonónica, el protagonismo no recaía lógicamente en “San Juanín” -entonces llamado “el de los tirabuzones” debido a su peluca así peinada−, sino en la figura de Jesús Nazareno, como es natural. En nuestro días, desde hace pocos años, la imagen del Nazareno, curiosamente en calidad de titular de la cofradía que no de implicado en el discurso dramático, preside el acto para contemplar cómo no es él quien se encuentre con su madre, sino un personaje secundario. Algo sin mucho sentido en la razón natural catequética de ser de este tipo de dramatización, pero que ha permitido la reconciliación de algún modo con la escena descrita en el grabado, faltando quizá para contextualizar todo en su justo orden original y el ajuste a la tradición nada más que una simple venia ente Madre e Hijo, en mi opinión.

En un intento de reconstrucción histórica a la vista de los datos, pues también se conserva referencia de un texto literario redactado por Gustavo Adolfo Becker a su paso por León en 1865, podemos afirmar que el popular Encuentro con San Juan debía realizarse justo al ver éste a la Virgen, en el lugar donde ella aguardaba y la coplilla vincula al “Puesto de los huevos”.

La coplilla recuerda que esto era así, pues cantaba: “Juan busca a María que en el puesto de los huevos está escondida”

Tras la rehabilitación de este acto en la década de los noventa −desaparecido en los setenta del siglo XX−, las dimensiones de los “pasos” y el intento de no restar protagonismo a la imagen titular del Nazareno, ha hecho que el protocolo sitúe a éste en el centro de la plaza presidiendo el Encuentro entre San Juan y la Dolorosa. Imágenes que ya no volverán a “encontrase” en el lugar conocido como el “Puesto de los huevos” en la calle Plegarias, que desemboca en la Plaza Mayor.

El primer año de su recuperación se volvió a hacer así y allí, como fuera habitual durante el siglo XX.

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En el presente en León el “Encuentro”, a pesar de su importancia pasada, ha alcanzado un elevado e insospechado nivel de relevancia social, un carácter multitudinario y señero de la Semana Santa de la capital leonesa, fruto del efecto mediático y de promoción turística ejercido en las últimas décadas. No obstante, el conocimiento de todos estos matices históricos, circunstancias turísticas y de razón de ser catequética del producto actual no ensombrecen para nada la popularidad y brillantez del de la de León, considerado, ya desde antiguo y desde dentro y fuera de nuestras fronteras, como auténtico referente provincial que estupendamente lleva a efecto la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno.

Finalmente, apuntaremos que el modo de desarrollo leonés ha generado escuela y modelo para otros lugares de la provincia y fuera de ella, pues, elementos que intervienen en el mismo, se reconocen en otros lugares donde no existían o aparecen y han sustituido a otros de cada respectiva tradición local, al haber sido aceptados por aculturación los leoneses.

Hector Luis Suarez Pérez

Guía “La Sebe” 2011