HOY ES VIERNES DE DOLORES
Hoy es Viernes de Dolores. El día que los papones esperamos con impaciencia suspirando por su llegada durante doce largos meses.
Este año, sin embargo, nuestro mayor anhelo sería que aún quedaran un par de meses más con la esperanza de que «cambiara la cosa».
Pero aquí está, fiel a su cita como preludio a la luna de Nissan. Y no ha podido ser.
Este año no hará falta mirar al cielo para saber si salimos. No hará falta planchar túnicas ni airear mantillas. No habrá reencuentros con amigos, ni reuniones familiares ni «matanzas de judíos». Las calles, abarrotadas en otras circunstancias, estarán vacías, tristes y en silencio, haciéndose eco mudo de la penitencia que este tiempo evoca.
Será, por tanto, una Semana Santa especial. Paradójicamente, nunca tanta penitencia haremos como estos días, aunque no nos duela el hombro, ni el labio, ni las manos, ni los pies. No habrá reencuentros con hermanos, pero sí nos va a permitir reencontrarnos con nosotros mismos; quizá encontrarnos a nosotros mismos.
Miremos nuestro interior. Que este tiempo sea de reflexión, de espiritualidad, de fe desnuda desprovista de oropeles y algarabía. Apreciemos el valor de la humildad. Vivamos la esencia de lo que nos une: el dolor por la Pasión de Cristo con la esperanza de la Resurrección.
Si así lo hacemos, este sacrificio no habrá sido en vano y dentro de un año volveremos a llenar las calles con fe e ilusión renovadas y fortalecidas.
Papones, este año más que nunca, vivamos a fondo la Semana Santa.