Liturgia y Semana Santa. “Sin perder el paso”

Luis García: “La Semana Santa se ‘vive’ en la calle y se celebra también en los templos; y no es excluyente, sino complementario”

“Liturgia y Semana Santa” fue el tema que, de la mano de Luis García Gutiérrez – delegado episcopal de Pastoral Litúrgica y Piedad Popular de la diócesis de León–, centró el pasado lunes, 26 de febrero, la jornada del plan de formación cofrade “Sin perder el paso” organizado por la Cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuranza León.

Luis García comenzó haciendo hincapié en que la Semana Santa, además de ‘vivirse’ en la calle, se celebra también en el interior de los templos, sin que ello sea, ni mucho menos excluyente, sino más bien todo lo contrario: complementario. Y recordó que solo se cuenta con un Directorio sobre la piedad popular y la liturgia sino que, la Iglesia, tras la renovación conciliar, trata de promover la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas. La piedad popular –concluyó, acudiendo al propio Directorio– encierra no pocas riquezas y potencialidades, si bien debe en ella percibirse una inspiración bíblica, litúrgica, ecuménica y antropológica.

García Gutiérrez fue recorriendo la liturgia propia de la Semana Santa, comenzando por el ‘prólogo’ cuaresmal, que tiene un doble sentido bautismal y penitencial y que arranca con la imposición de la ceniza, Es un tiempo de preparación para la Pascua caracterizado por el ayuno, la oración y la limosna, y en el que es propia la lectura de la Pasión del Señor y el ejercicio del Vía Crucis –y también del Vía Matris, aunque sea mucho menos frecuente–.

El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor –así se denomina– se conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén –bendición de ramos y procesión– se lee el evangelio de la Pasión, alternándose de año en año según Mateo, Marcos y Lucas, puesto que la de Juan se reserva para el Viernes Santo.

El Miércoles Santo se celebra en León la Misa Crismal –en ella se consagra el santo crisma y se bendicen los otros óleos, además de renovar los presbíteros sus promesas sacerdotales–, aunque el día propio es el Jueves Santo.

El Jueves comienza el Triduo Pascual con la misa vespertina de la Cena del Señor, que incluye el rito del lavatorio de los pies. Y, a su término, se lleva a cabo la reserva solemne del Santísimo Sacramento, lo que antaño se conocía como el ‘Monumento’.

El Viernes Santo se celebra la Pasión del Señor –y no la eucaristía ni ningún otro sacramento–, siempre después del mediodía, cerca de las tres de la tarde y nunca más tarde de las nueve de la noche; que incluye una lectura dialogada de la Pasión dialogada según san Juan y se adora la Cruz.

Tampoco hay misa el Sábado Santo –ni siquiera se distribuye la comunión–, pues la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, y esperando su Resurrección.

Esa noche tiene lugar la Vigilia Pascual, la mayor y más noble de todas las solemnidades, que consta de cuatro partes: lucernario –bendición del fuego y preparación del cirio pascual–, liturgia de la Palabra –con hasta siete lecturas del Antiguo Testamento, además de la epístola del bautismo en que fuimos sepultados y el evangelio de la Resurrección–, liturgia bautismal –bautismos, si los hay, y renovación de las promesas bautismales– y liturgia eucarística, comenzando con la presentación de ofrendas y finalizando con el doble ‘Aleluya’.

La alegría de la Pascua, finalizó Luis García, se prolonga durante todo el domingo de Pascua, durante la octava y durante todo el tiempo pascual, hasta Pentecostés; y se actualiza cada domingo, Pascua semanal de los cristianos.

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