DE PUERTAS PARA ADENTRO: FLORES Y MONTAJES
Cuando el 13 de marzo del año pasado se oficializaba la suspensión de los actos de Semana Santa y dos días más tarde quedábamos confinados, gran parte de los trabajos estaban ya hechos.
Llevábamos días mirando para otro lado. Como avestruces con la cabeza bajo tierra, no queríamos ver, ni asimilar, lo que se nos venía encima. Y lo inevitable llegó, cuando los pasos estaban limpios y en perfecto estado de revista, solo faltos de montar las imágenes principales y adornar. Y esos adornos estaban pensados, diseñados, presupuestados y el material pedido. Toda la labor previa estaba terminada, y nos quedamos sin aliento cuando ya casi tocábamos con los dedos las espinas de los tallos que nos dejan las manos destrozadas, y con gusto las sufrimos.
Con un nudo en la garganta, y en el corazón si se me apura, hubo que inmediatamente, sin reponernos aún del corte de respiración, llamar a proveedores y colaboradores para anular todo y evitar a la cofradía gastos innecesarios. Y con orgullo y emoción pude comprobar que el nivel de entendimiento, colaboración y cariño que la cofradía despertaba en ellos tras años trabajando juntos los llevaba a ofrecer todo su apoyo y comprensión. Y eso, cuando su bolsillo era el perjudicado, es digno de mención y reconocimiento.
Estar en el backstage de la procesión, para los que tenemos la suerte de estar ahí disfrutando de la intimidad y cercanía con imágenes y resto del patrimonio, supone mucho trabajo adicional. Pero también una satisfacción personal, y vivir con gente tan comprometida (o loca) como tú un sinfín de momentos sumamente gratificantes. Son personas con las que se crea un vínculo afectivo y emocional que acaba haciendo que llegues a considerar a algunos parte de tu familia.
Y en esas llegaron los días en los que aquella suspensión se materializaba. Ya era el momento en que tenías que estar recibiendo flores, o cambiando ropajes, o montando enseres. Y no había ni flores, ni bordados ni joyas que preparar. Ya no era algo imaginario; estábamos lejos y solos, con una situación en el exterior tan triste como preocupante.
Algunos consideramos la procesión el broche de oro a un trabajo para lucimiento de la cofradía y de la ciudad, pero toda esta situación nos ha hecho ver la importancia del camino, de los momentos compartidos fuera del brillo de la calle. Y yo personalmente reconozco haber echado de menos, mucho más incluso que la propia procesión, esas vivencias que algunos tenemos y sobre todo a las personas que nos acompañan en ellas; la preparación de un vestido, colocar una corona, el reparto de flores por pasos, unas trufas que llegan de una mano cariñosa año tras año, una cena rápida sobre una vara, la broma de siempre, la oratoria también de siempre, la primera y última flor siempre colocada a los mismos pies como ofrenda del trabajo, un tintineo único, las sonrisas cómplices… y sobre todo los abrazos cuando todo sale bien. Y cuando sale mal, también. Que no estamos para desaprovechar muestras de cariño. Que no se nos olvide cuando todo esto pase.
Un año después estamos a punto de celebrar otra Semana Santa muy diferente a la que nos gusta, pero vamos a sentirnos orgullosos de estar aquí, de poder volver a compartir esperanza. Volvemos, aunque sea a medio gas y a plena ilusión. Y volveremos, tiempo al tiempo, a vivirlo como siempre. Cuidaos, papones, para que sea también con los de siempre.
LUIS ÁNGEL RUIZ SERRANO
Vestidor, montador y florista