La Cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuranza de León celebraba el viernes 9 de febrero la segunda de las sesiones de las VII Jornadas de la Biblioteca Cofrade, en la que Aitor Álvarez Bardón pronunció la conferencia titulada “Vestir a la Virgen María: tradición, devoción y sentido”.
Álvarez Bardón (León, 1982) es hermano de nueve cofradías, de entre ellas seis penitenciales –cinco de León y una de Sevilla–, y lleva 22 de sus 35 años como vestidor, desde que comenzó a aprender esta labor de la mano de Marcelino González Montiel en la cofradía de Angustias de la capital. Hoy se encarga, liderando un equipo de seis personas, de la Virgen de la Misericordia de esta cofradía.
El vestidor comenzó su conferencia preguntándose por qué se viste una imagen de la Virgen. Y, más allá de la obviedad –no tiene cuerpo tallado–, la respuesta radica en lograr que una escultura se convierta en la devoción de muchas personas, dotándola de “personalidad”. De hecho, se cambia su atuendo en diferentes momentos del año –Cuaresma, Semana Santa, Pascua, mes de los difuntos, Navidad…–, en un proceso que, al menos en su caso, sigue siempre el mismo ‘ritual’, y en el que no se tarda menos de dos horas y media.
La tradición de vestir a la Virgen nace en el segundo tercio del siglo XVI. Isabel de Valois –tercera mujer del rey Felipe II– encargó a Gaspar de Becerra en 1565 la reproducción de un lienzo de la Virgen de la Soledad que trajo consigo de Francia en imagen de candelero, que fue después vestida con uno de los trajes de luto de María de la Cueva, condesa viuda de Ureña y camarera mayor de la reina.
Será ya a mediados del siglo XIX cuando se definan las tres piezas principales del atuendo de la Virgen –saya, manto y tocado– y comience a innovarse en la manera de vestirla; una evolución que desde entonces –y gracias a figuras como Juan Manuel Rodríguez Ojeda o Pepe Garduño– no ha parado hasta nuestros días.
Por último, Aitor Álvarez se centró en el caso concreto de la Virgen de la Misericordia, profundizando en los factores que tiene en cuenta a la hora de elegir cómo vestirla: la imagen en sí (proporciones, postura…), el estilo de la cofradía, el momento litúrgico, la idiosincrasia del propio vestidor… y la ropa y enseres con que cuenta –todos ellos, dicho sea de paso fruto de donaciones de devotos–. Y finalizó mostrando distintas fotografías de la imagen vestida de diferentes formas.