La sede de la Cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuranza de León acogía, el pasado 25 de marzo, una nueva sesión de su plan de formación cofrade «Sin perder el paso» que, titulada «Significado y simbología de la devoción popular», fue dirigida por Francisco Javier Boada González, capellán castrense de la Academia Básica del Aire de La Virgen del Camino, y cofrade –a su vez– del Atado a la Columna de su Valladolid natal entre otras corporaciones.
Boada González abogó por la importancia que tienen –y han de tener– las muestras de devoción popular en la Iglesia actual, y encontró en él mismo un buen ejemplo: «no se entendería mi vocación sin las cofradías», sentenció. Y fue desgranando después distintos aspectos de la religiosidad popular y su razón de ser.
La religiosidad popular se asocia con expresiones festivas, colectivas, con motivo de celebraciones religiosas, y los rituales que las acompañan portan una serie de signos y símbolos relacionados con procesos culturales, identitarios y sociales.
Después de la renovación conciliar, la situación de la piedad popular cristiana se presenta variada, en función de las tradiciones locales; una piedad popular que ya san Juan Pablo II, en su carta apostólica «Vicesimus Quintus Annus», apostaba por renovar: «la piedad popular no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores, y ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico. Tanto los ejercicios de piedad del pueblo cristiano, como otras formas de devoción, son acogidos y recomendados, siempre que no sustituyan y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas. Una auténtica pastoral litúrgica sabrá apoyarse en las riquezas de la piedad popular, purificarla y orientarla hacia la Liturgia, como una ofrenda de los pueblos».