NUESTRAS PEQUEÑAS OBRAS COFRADES: POEMAS

AMANECE VIERNES SANTO

Amanece Viernes Santo,

ya Santa Nonia se abre.

¡Paso triunfal a la Reina

que sale para la calle!

 

Paso corto y muy solemne.

¡Mucho cuidado, bracero,

que llevas sobre tus hombros

la Soberana del Cielo!

 

¡Que no se mueva una vara,

que no se caiga una flor,

que la Virgen va siguiendo

a Jesús, el Redentor!

 

Calle arriba, calle abajo,

¡Ay mis calles de León!

El dolor y la bellaza tiemblan en mi corazón.

 

¡Ay, desfile de “Los Pasos”, tan cargado de emoción!

¡Tú eres la rosa, Señora,

de toda la Procesión !

 

Máximo Cayón Waldaliso. León, 1982

 

 

 

 

 

 

 

 

LA CULPA INFINITA

Yo te he visto, Señor, junto a un olivo,

apurar ese cáliz tan amargo;

parecíame ajeno y, sin embargo,

de su mismo amargor estoy cautivo.

 

Yo te he visto, Jesús, Redentor vivo,

aceptar resignado el cruel encargo,

del Calvario tomar camino largo

y en la Cruz perecer, sin gesto esquivo.

 

Negó Pedro cuando cantaba el gallo,

corrió Judas por sus treinta talentos

y sus manos lavó Poncio el tribuno.

 

Mientras yo, pecador, asiento y callo,

y, cobarde, me siento por momentos

Pedro, Judas y Poncio, todo en uno.

 

“La culpa infinita” fue publicado originalmente en la revista de “La Sebe” del año 2008 (Especial décimo aniversario)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PAPÓN VIEJO

De tu ejemplo cabal, hoy como antaño,

empapada en sudor, es fiel testigo

sarga negra, gastada de año en año,

de tu firme verdad, solar y abrigo.

 

Portador del dolor y el desengaño,

a seguir tu camino yo me obligo

y a tu sombra tenaz, en tu aledaño,

creceré soñador, siempre contigo.

 

Heredando tu fe y tus emociones

con respeto se miran en tu espejo

nuevas caras, nuevas generaciones.

 

Viernes Santo en León, sabor añejo,

secular penitencia, tradiciones

que atesora tu cruz de papón viejo.

 

“Papón viejo ” fue publicado originalmente en la revista de “La Sebe” del año 2009

 

 

 

 

 

TE DEJÉ SOLA, PIEDAD…

Como un niño caprichoso, te dejé sola, Piedad,

con el hijo muerto en brazos, extraviada la mirada.

En tu amoroso regazo, mi soberbia desairada,

disfrazada de decoro cargó la arbitrariedad.

 

Humano, bajo, egoísta, vil hasta la necedad,

no quise ver tu dolor, mi presunción indignada,

y el alma, con clave ciega, a la razón obcecada

negó tres veces, María. Y se impuso la ansiedad.

 

¿Puedes, Madre, perdonar? Soy humano, bien lo sabes.

Con hierro respondí al yerro. Solo entendí que llovía…

¿Te queda amor para mí? Somos hijos pecadores…

 

Procesión Del Santo Entierro, cortejo de los dolores,

moraleja pretendí, triste lección recibí. Esta agonía, María,

y mi angustia…¿Hacen paz con mis deudores?

 

Manuel Villa López.