CÓMO LA VIRGEN DE LA AMARGURA SE QUEDÓ SIN SALIR (y III)

Emilio Campomanes, bracero de la Virgen de la Amargura.

 

Después de todo lo que os he contado, de mi exorcismo personal y otros exorcismos a los que he asistido en estos días creo poder hacer un balance.

Casi todos asistimos con incredulidad a que un paso como “La Virgen de la Amargura” se quede sin salir. Aunque llevamos varios años diciendo “cualquier año…”, “cualquier paso…”. Parece increíble que ocurra en el paso titular del Miércoles Santo y una virgen que ha creado su devoción. No en vano, es una de las escasas imágenes de la cofradía expuesta al culto. En las Concepcionistas.

Hay que recordar que la procesión del Santo Entierro es una de las principales de la cofradía. Que sale solo cada dos años, en año impar. Como es sabido, su organización se reparte con la cofradía de Angustias y Soledad. Y ello porque en el siglo XIX la Veracruz tenía considerables problemas para sacarla a la calle y recurrió a la ayuda de Angustias. Para quien no conozca las interioridades de la cofradía de Minerva y Veracruz el mandato de sus abades es de dos años y se adapta a esta peculiaridad, precisamente para preparar lo mejor posible el Santo Entierro.

Organizar esta procesión es (o fue) muy importante. Aún es una responsabilidad grande porque es la única procesión oficial de la ciudad. En otros tiempos Minerva recordaba con orgullo un honor tan especial. Pero ahora parece que se ha vuelto una carga y se asume como normal situaciones anómalas.

Después de haber escuchado las historias particulares de algunos braceros, concluyo que la Amargura SI PUDO SALIR a la calle en la tarde del Viernes Santo. Los inconvenientes no eran insalvables, eran unas 15 almohadillas vacías, quizá algunas más. Nadie cuestiona que los primeros responsables son los braceros que no aparecieron esa tarde. Vaya eso por delante, pero la falta de braceros en la procesión del Entierro es endémica y muy anterior a mi generación.

Esa tarde los braceros estábamos dispuestos a todo. A cambiarnos de lugar y a ponernos en los sitios que se nos ordenara. No hubo ni una queja, ni una protesta con los cambios. Nuestro primer problema fue no haber tenido un seise que se anticipase a los problemas, que obrase con previsión. Ahí estuvo una de las principales vías de agua (si se me permite el símil naval). Nunca se organizó en paso y la poca ayuda que llegó nunca se utilizó, ni se les asignó un brazo.

El resto de la Junta de Seises también tiene su responsabilidad. Pienso que tanta como el seise del paso. Como en todas las cofradías, el abad es quien se adjudica los éxitos de su abadía…, como también los fracasos. Y este es uno. Existe la figura de un Vice Abad, que se encarga de organizar las procesiones ayudado por el Secretario. Y en último lugar, una junta de seises que funciona de forma colegiada. Delibera, vota y toma decisiones colectivamente.

En el medio hubo un catálogo de reacciones mezquinas. Todo el mundo pensó en sí mismo y no en colectivo. No se tomaron demasiadas molestias en buscar ayuda y gente. La mayoría pasó por allí para saber qué estaba pasando, una vez enterados se fueron, portadores de un cotilleo jugoso. Cada seise miró a su propio paso, calcularon sus propias almohadillas vacías, si podían ofrecer ayuda o no. O si, por el contrario, les vendría mejor recibir los braceros de la Amargura. Alguno de hecho pidió a la carta: “para mi, braceros bajitos, por favor”. Y otros seises animaron desde un principio a dejar el paso sin salir.

El balance conjunto es un comportamiento mezquino.

Una cosa es llevar una vara brillante y otra diferente ser Seises. Las varas brillantes se las dan entre amigos, a gente que cae bien. Ser un Seise es diferente. El título, ante los braceros se debe ganar. Es el capitán del barco que sabe dónde ir y lo que hay que hacer en caso de peligro. El que lo intenta todo. Y cuando se terminan sus recursos, sigue intentando más cosas. Pero que no tira nunca la toalla…, al menos delante de su gente. El que deja hundir su barco al primer contratiempo no merece tener galones. No es respetado por su tripulación y huyen de él sus marineros.

Como narré en la entrada anterior, llevamos más tiempo restando que sumando. Llevamos años viendo cómo los rostros que veíamos cada año en nuestro paso, ahora pueblan las aceras, o están en otros pasos. Gente que da por desahuciado a su paso o su cofradía. Simplemente se ha ido desalentada.

¿Y ahora qué pasará?

A mí no me gusta pensar que las cosas están perdidas. Me gusta pensar que hay solución y que las cosas irán a mejor. A todos los que os habéis ido, os habéis dado de baja, los que habéis colgado emblema y bocamangas. A todos os digo que se puede y se debe intentar. Que sin luchar, ni intentarlo no se puede cambiar, ni mejorar nunca.

Me gustaría reanimar al enfermo, que está en plena parada cardiorespiratoria. Intentarlo durante media hora, durante una hora. E incluso más allá de lo razonable. Mi conciencia no me permite abandonar a los dos minutos. No me conformo con hacer un amago. Y mucho menos, no intentarlo siquiera, por pereza. No quiero desahuciarlo.

Es posible que haya una cadena de dimisiones o de ceses. Es posible que sea más tarde que pronto. Da igual, entre medias solo habrá sangría de gente que se va y tiempo perdido. Al final, sea dentro de un mes, un año, cinco años…, al final habrá que tomar medidas, darse un baño de realidad y acometer reformas.

Hay un sentimiento intenso de pedir explicaciones por lo que ha ocurrido y poner remedio a una situación tan grave. Si no hay soluciones, ni hay responsabilidades dentro de dos años volveremos a reeditar algo similar o peor. Y no merece la pena. Es inevitable. Parece que está escrito en algún arcano libro profético.

Acabará habiendo una Junta General Extraordinaria monográfica. Pero mi experiencia me dice que quienes viven apegados a su vara y a la capa blanca no convocarán nada ante el temor de verse obligados a dimitir. En ese caso, los hermanos se embarcarán en una laboriosa tarea de recopilar las firmas necesarias para convocar una Junta General Extraordinaria, que suelen ser numerosas. En el caso de que logren convocarla –si lo consiguen– habrá aumentado el nivel de enfado y frustración y los términos de esa asamblea serán más duros. Me temo que podría saldarse con el cese (y no dimisión) de la junta al completo. Sin salvación para ningún inocente, en caso de haberlo.

Supongo que deberán dejar sus varas, volver a pujar en sus pasos y arrimar el hombro que negaron en su día. Deberían dar un paso atrás el seise del paso de la Amargura, aquellos de la Junta de Seises que no prestaron ayuda o se la negaron. Deberían dar un paso atrás los responsables directos, Abad, Viceabad y Secretario, encargados de organizar la procesión. Quienes no piensan como cofradía. Deberán desaparecer todos los que han propiciado esta situación.

Será necesario reorganizar El paso de la Amargura en profundidad. Purgar las listas de braceros y suplentes en caso de que los haya. Dar de baja a quienes se nombran y no vienen desde hace años. Porque las listas deben tener una utilidad. Se deberá hacer el trabajo que se debió acometer hace dos años. Tallar y ordenar a braceros en el paso por alturas. Algo tan obvio que sonroja siquiera describirlo.

No sé bien, lo que ocurrirá más allá. Sé que llegará un momento en que se deberán tomar decisiones. Es preferible que sean votadas por los hermanos y evitar que nadie decida por ellos.

Quizá haya que elegir si debemos reducir el tamaño y peso de los pasos. Y de 80 braceros volver a 60 ó 70 braceros. Para que éste y otros pasos se adapten al número real de braceros que existan. Quizá haya que llegar a alguna decisión más drástica y volver a sacar algún paso a ruedas, como se hacía hasta los años 80. Hay que recordar que lo importante es rememorar el entierro de Jesús.

En estos días se ha hablado mucho de la entrada de mujeres. Los braceros de este paso, como en cualquier otro colectivo, tienen opiniones diversas. Y en todo caso, serán los hermanos de la cofradía, los que deban elegir el camino del futuro.

Personalmente no creo que sea una solución para la premura de braceros en Minerva, pues soluciones se han ofrecido en abundancia. En todo caso creo que es hacer justicia. Quienes contribuyen con sus cuotas, tengan los mismos derechos. Es de justicia permitir que vistan la túnica de bocamanga morada. Integrarlas en todos y cada uno de los colectivos de la cofradía, incluido en la puja de los pasos. Así como, en los órganos de gobierno. Es decir como seises y en su momento como abadesas, como tiene derecho cualquier otro hermano.

Como colofón. Me gustaría que el hecho de haber dejado a la Virgen de la Amargura en la carpa sirva para algo. Para algo bueno y positivo. Para abrir las ventanas, que entre aire fresco a la cofradía, para que se renueve y para poder encarar el futuro con optimismo.